“Tras el retorno a la iglesia, se cantaban “A Belén Pastores”, “Chiquitín” y otros villancicos con acompañamiento de guitarras y violín, furrucos, charrascas y panderetas. Concluida la función religiosa, los fieles se reunían en la plaza donde se corría la vaca-loca, se izaban globos y se disparaban cohetes”.
Producto de un rastreo bibliográfico para localizar información propia de la temporada navideña en la región llanera colombiana es la siguiente crónica armada con descripciones que permiten asomos a añejas celebraciones en tres centros poblados del territorio llano. Las sencillas narrativas contienen importantes datos culturales y sociológicos.
Descripción del poblado hacia el año 1870: “Es una pequeña aldea de seiscientos a ochocientos habitantes”. “Todas las casas son pajizas. Sus calles son trazadas a cordel, se cortan en ángulos rectos”. Restrepo E. Emiliano: Una excursión al Territorio de San Martín. Editorial ABC, 1957, p 39.
“…Las mujeres acurrucadas en el suelo de tierra. Un armonio, en el que no era inconveniente interpretar hasta música bailable, elevaba con sus sones el ambiente de la fiesta. Hasta algunos tocadores de guitarra y tiple, muy buenos en su arte, hacían sonar en la iglesia tonadas populares para exaltación y gloria de la Noche Santa.
Era en su conjunto una bella fiesta popular, llena de naturalidad y de cordial alegría, en la que todos participaban”. Rothlisberger, Ernest: El Dorado: capítulo 8: Los Llanos, Banco de la República, Bogotá, 1963, p. 250
“La Arauca de 1920 era el pueblo de los faroles de kerosén y las velas de sebo… Pero más que derroche de luces de sebo, en los Rosarios había profusión de tiros.
Todo lo que detonara se utilizaba para producir disparos: triquitraques, morteros, ratones, petardos, trabucos, cañones de guadua y kerosén; revólveres, pistolas, escopetas y morochas.
El pueblo todo era un solo zafarrancho de combate. En la plaza, convertida en auténtico polvorín, especialmente atronaban los trabucazos.
Cuando les tocaban el Rosario y la Misa a la colonia italiana, era de verse a los gárrulos compatriotas de Dante, cada uno con estrepitosa escopeta, dispararla repetidamente al aire desde cada una de las esquinas de la plaza, y… buono, buono.
Tras la procesión, que hacía largos recorridos con paradas ad hoc frente a las casas de cada uno de los socios, y tras el retorno a la iglesia, se cantaban “A Belén Pastores”, “Chiquitín” y otros villancicos con acompañamiento de guitarras y violín, furrucos, charrascas y panderetas. Concluida la función religiosa, los fieles se reunían en la plaza donde se corría la vaca-loca, se izaban globos y se disparaban cohetes.
Mientras unos presenciaban estas diversiones, los apostadores de aguinaldos -hombres disfrazados de mujeres y éstas de varones-, se buscaban por entre el gentío hasta que el grito de “mis aguinaldos!”, proferido al dar con el contrincante tocándole el hombro o la espalda, indicaba que alguien había ganado una apuesta” Loyo Rojas, Raúl: Karanau, Colcultura, 1985, p. 65
Quizá fue en la segunda mitad década de 1920 cuando el religioso Ricardo Sabio en tarea pastoral recorrió los territorios casanareños. Además de los oficios religiosos el sacerdote por donde quiera que estuvo recogió diferentes tradiciones y formas de vida.
En los albores de la Nochebuena llegó a Orocué de cuya plaza o parque dijo que “es un bosque de sarrapios, josefinos y tamarindos”, y a su vivencia en la noche del 24 de diciembre de la siguiente manera la narró:
“¡Noche de paz! El templo es una hoguera de luz. Las calles bullen de gentes felices. Todo el pueblo es un reverbero de fe.
¡Noche de amor! Cantan villancicos en todas las casas. En cada hogar hay una cuna para el Niño que viene”.
“La colonia alemana, siguiendo su costumbre vieja, nos invita a la cena navideña, con otros muchos amigos. Aquí todo es elegante. En medio de manjares de gusto y delicadamente servidos, se siente la mística piadosa de Nochebuena.
Llegarán las doce y una cascada de cantos al Niño Jesús será cada garganta. Y las doce sonaron. Y cincuenta, sesenta, setenta y ochenta voces robustas, varoniles, repletas de fe, cantamos Noche de Paz, Noche de Amor”. Sabio Ricardo: Corridos y Coplas Llanos Orientales de Colombia, Editorial Salesiana, Cali, 1963, p. 167.
El cierre de esta narrativa de tradiciones navideñas en tres lugares del llano colombiano es con el bonito y reconocido villancico “La vaca Mariposa”, del famoso cantautor venezolano Simón Díaz:
“La vaca Mariposa tuvo un ternero
un becerrito lindo como un bebé
“dámelo papaito” dicen los niños cuando lo ven nacer
y ella lo esconde por los mogotes que no sé.
La vaca Mariposa tuvo un ternero
la sabana le ofrece reverdecer
los arroyitos todos le llevan flores por el amanecer
y ella lo esconde por los mogotes que no sé
.La vaca Mariposa tuvo un ternero
Y los pericos van y el gavilán también
con frutas criollas hasta el caney, para él.
Y mariposa está que no sabe qué hacer
porque ella sabe la suerte de él (bis) “
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