”Pasé varios años en este pueblo. Conocí a todas sus gentes: a los Amézquitas, a los Nietos, Churiones, Ruiz, Foreros, Rojas, Buenos, Speidel, Walter, Ditterich, y a la señora Nazira Saba de Barrera Malo, señora muy elegante y de exquisita y refinada cultura, y de un don de gentes excepcional. José Eustasio Rivera no fue justo con esta mujer”, Ricardo Sabio: misionero.
En los inicios de 1918 a Orocué, Casanare, llegó el literato abogado José Eustasio Rivera Salas. Con sus vivencias e información recogida en aquel internacional puerto sobre la margen izquierda del río Meta elaboró la inicial trama de una historia que luego se desarrolla en las profundidades de la enigmática manigua.
A dicha escénica narración descriptiva de paisajes, costumbres, amores tórridos y cruda denuncia social le dio por título “La vorágine”, que en Bogotá al público salió en noviembre de 1924.
Llave maestra resultó ser la primera y siguientes ediciones de la citada obra literaria puesto que a sus lectores los ingresó a ignotos territorios colombianos de llano y selva. Luego de un siglo la novela es conocida a nivel intercontinental.
En abril de 1894 Jorge Brisson autor de Casanare, visión corográfica (1896) cerca de Orocué estuvo en el Hato Mata de Palma y conoció a su propietario, lo describió así:
“El señor Ramón Oropeza es venezolano y dueño de unas dieciocho a veinte mil cabezas de ganado y una fuerte suma de oro, que nadie sino él conoce. Es hombre de buena estatura, muy robusto, colorado, pintón, marcado en todo la piel con manchitas amarillas, como atigrado; tendrá unos sesenta años y sufre de gota; su voz es oscura y sus ojos muy apagados por el abuso del alcohol.
Sin embargo, en este momento se halla en regular estado y conversa con tino.
Fundó su hato en 1856, y desde entonces no ha salido sino una vez o dos, hace muchos años, a Arauca. No conoce ni el río Meta, ni el cerro ni nada…con excepción de las inmediaciones de su casa”, p 127, 128.
El motivo que al inicio de 1918 a Orocué llevó al abogado José Eustasio Rivera S. fue el de encargarse del asunto de la herencia de del hato Mata de Palma dejada por Ramón Oropeza.
Con base en lo anterior deduzco que el escritor en el proceso jurídico de la sucesión además de los detalles de la referida propiedad escuchó descripciones del difunto propietario, así que en su novela al señor Oropeza le dio el personaje de Zubieta y al heredado hato lo bautizó con el nombre de la Maporita.
Años después de la primera edición de La vorágine el sacerdote Ricardo Sabio en su libro Corridos y Coplas: Llanos Orientales de Colombia (1963) refiriéndose a Orocué y a dicha novela dijo:
…”Aquí se escribieron dos de las mejores obras de las letras castellanas en Colombia: La vorágine y Tierra de Promisión, del tan celebrado novelista y poeta José Eustasio Rivera.
Aquí vivía en ese tiempo Nazira Saba de Barrera Malo, persona vital de La vorágine, con el nombre de Zoraida Airan.
Aquí Julio Barrera Malo, elegante, bien vestido, enganchador de caucheros y con muchas morrocotas en los bolsillos. Aquí también José Nieto, gran caballero bogotano. Y el indio Venancio, el de las hormigas tambochas.
Y Alicia, y Gricelda, y Millán, y los Estévez, y todos los que figuran en La vorágine. Y el mismo José Eustasio Rivera.
…..Pasé varios años en este pueblo. Conocí a todas sus gentes: a los Amézquitas, a los Nietos, Churiones, Ruiz, Foreros, Rojas, Buenos, Speidel, Walter, Ditterich, y a la señora Nazira Saba de Barrera Malo, señora muy elegante y de exquisita y refinada cultura, y de un don de gentes excepcional. José Eustasio Rivera no fue justo con esta mujer”, p 280, 281.
Transcurrido un siglo de su primera edición la novela de José Eustasio Rivera Salas al casanareño pueblo le ha generado los siguientes apelativos:
“En Orocué están los pañales de La vorágine”, lo dijo el padre Ricardo Sabio en su libro Corridos y Coplas: Llanos Orientales de Colombia (1963).
En Orocué “están los cimientos de La vorágine”, 1975 periódico Candil de Villavicencio
“Orocué, cuna de La vorágine” hasta el momento el título más conocido.
En el penúltimo fin de semana de noviembre los orocueseños y visitantes disfrutaron durante tres días de la fiesta que el equipo organizador con sinergias y con mucho ahínco preparó desde el inicio del año con un objetivo único: celebrar los 100 años de la novela.
El nutrido programa de los tres días en sus jornadas de la mañana, tarde y noche presentó variedad de actividades abiertas a todos los públicos, las cuales estuvieron a cargo de personas locales y externas.
Transversal en todas las agendas fue la centenaria obra literaria con aproximaciones la vida del autor, en especial su permanencia en el puerto sobre el río Meta. Del mismo modo a asuntos del interesante pasado histórico de la comarca orocueseña.
Sin duda alguna, buena parte de los habitantes del municipio de Orocué en mayor o menor grado se enteró y participó en la gran fiesta literaria.
Destacable es la vinculación de población infantil y juvenil a todas las jornadas de la celebración. Sus aprendizajes acerca de la obra literaria, de su autor, igual la apropiación de la historia local un poco sucedieron en sus colegios, pero lo demás ocurrió en los diferentes escenarios dispuestos.
Sirvieron como verdaderas aulas vivas: el parque central La vorágine, el Instituto de las Artes y la Cultura de Orocué –Inarco-, la plazoleta de Banderas, la Casa Museo La vorágine, y el centro de eventos La Chusma.
Para bien de estas nuevas cohortes de orocueseños y orocueseñas en sus sentires y trasegares por la vida no les será fácil olvidar el alegre centenario de la novela, porque cada quien fue parte activa de la misma. Seguramente también sus querencias por la patria chica ahora tienen más profundas sus raíces.
En tan positivas sensibilizaciones culturales y sociales hay que aplaudir a los padres de familia, también al profesorado que con estrategias pedagógicas les guiaron tan lúdicas experiencias a partir de lecturas, escuchas, reflexiones y pensamientos críticos, dibujos, elaboración de textos y dramatizaciones.
El complemento artístico regional fue con Joropo: música, canto, poemas y baile. Así mismo con un bien del folclor ancestral de ese territorio: el baile del Botuto.
Para destacar es que en tan grande y alegre festejo sucedido en “La cuna de La vorágine” el único licor que se consumió fue el guarapo que hace parte del tradicional baile antes referido.
Administración municipal de Orocué desde su Instituto de las Artes y la Cultura, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, la Casa Museo La vorágine, la Uniminuto, los colegios Luis Carlos Galán Sarmiento y La Inmaculada, del mismo modo los resguardos del originario pueblo Sáliva y la Gobernación de Casanare.
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Excelente, FELICITACIONES, duele el no haber tenido en cuenta al historiador JAIRO RUIZ CHURION OROCUECEÑO DE CEPA, NADIE MAD APROPIADO QUE EL, SU AUSENCIA ES LASTIMOSA, SE MERECE ESTAR PRESENTE EN SU PROPIA TIERRA
Excelente labor cultural donde se ve la confluencia de las instituciones del orden nacional, departamental; municipal e instituciones privadas con la participación muy especial de la población y comunidad académica y educativa. Felicitaciones por reconstruir y promocionar el Patrimonio lietarario de “La Vorágine” y dejarlo como legado a la región de los Llanos y Selvas referidos en la inmortal obra de José Eustacio Rivera. A Canaleeeeeeeeeeete..!
Es importante la imagen formada por usted, Oscar, es muy grato saber que en el conocimiento, estudio y difusión de la obra literaria, siempre irá su cuna, Orocué y junto a ella sus habitante, sería muy valioso una re lectura de la obra a la luz de 100 años después, conocer cuáles son las caucherias actuales, cuáles los caleño s y turcos actuales, en estos nuevos territorios. Ya desde la academia han hecho lecturas de la flora y fauna que sobrevive…