Cantares llaneros de vaquerías, acercamientos a sus orígenes

“Cabe decir que dichos tonos podrían tener raíces en las oralidades hispana, árabe, africana e indígena, presentes en los llanos en tiempos coloniales”.

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Durante las jornadas por sabaneros caminos reales, pasos de caños y ríos los vaqueros con silbos y tonos de arreo se comunican con las reses que conducen hacia algún paradero (Foto: Juan José Niño Ortiz) .

Inspirado en los documentos audiovisuales que soportan la resolución No.0054 de enero de 2014 del Ministerio de Cultura con la cual se incluyeron los Cantos de Trabajo de Llano de Arauca, Casanare, Meta y Vichada en la lista representativa de patrimonio cultural inmaterial de Colombia, a partir de fuentes historiográficas intentaré hacer un acercamiento al posible inicio de los cantos y viajes ganaderos en la región, con recónditos hechos sucedidos en los siglos XVII y XVIII.

Antes de contar mi rastreo documental comento que en el año 2017 la UNESCO a los cantos de trabajo de los Llanos de Colombia y Venezuela con la siguiente justificación los inscribió “en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia”.

“Los cantos de trabajo de Los Llanos de Colombia y Venezuela son una práctica cultural de comunicación vocal consistente en cantar individualmente melodías a capela sobre temas relacionados con el arreo y ordeño del ganado. Fruto de la estrecha relación existente entre las poblaciones llaneras con el pastoreo de bovinos y los caballos, esta práctica forma parte del sistema tradicional de crianza de ganado de Los Llanos, que sintoniza perfectamente con la dinámica de la naturaleza y el medio ambiente de esta región. Los cantos narran vicisitudes de la vida individual y colectiva de los llaneros y se transmiten oralmente a los niños desde su infancia”.

1. Quizá el punto de partida.

Tomo como punto de referencia el inicio de la época de la Colonia cuando –según me cuenta el investigador llanero Jairo Ruiz Ch.- súbditos españoles ingresaron algunos ejemplares bovinos a los Llanos de Casanare y de San Martín; en cierta manera esos semovientes fueron los embriones del mayor sector económico en la región.

Me pregunto si en ese par de momentos históricos está la génesis de las dos razas bovinas criollas conocidas con los nombres de: casanareña y sanmartinera.

Acerca de los dos hechos citados a Gonzalo Jiménez de Quesada se dice que aproximadamente en 1570 desde Santafé de Bogotá con el propósito de fundar pueblos bajó la cordillera por caminos de indios con 1.100 caballos y 600 vacas rumbo a los llanos de San Juan.

Así mismo, a los sacerdotes de la Compañía de Jesús se les reconoce haber sido pioneros en la importación ¿quizá de Barinas, Venezuela? de reses con fines comerciales, fundando sus haciendas de Caribabare en Casanare (1662) y Apiay (1740) en la entonces llamada Provincia de San Martín, hoy departamento del Meta.

A partir del año 1662 (Samudio A, 1992), ocurrió la fundación de la Hacienda de Caribabare por empeño de la comunidad jesuita luego de la permuta con la autoridad española, cuando los religiosos dejaron su próspera doctrina de Tópaga –Boyacá- y bajaron a los llanos en tarea evangelizadora y algo más.

De esta manera, el gobierno del Nuevo Reino le concedió a la Compañía de Jesús sabanas baldías cerca al río Casanare y del piedemonte para que desarrollaran su tarea.

En tan vasta propiedad étnicamente heterogénea (Samudio A, 1992) los clérigos con marcado interés mercantil introdujeron rebaños de ganaderías bovina y equina, pastoril actividad que con esmero instruyeron tanto a los indígenas como al resto de personas congregadas en la hacienda, incluidos los esclavos africanos propiedad de los sacerdotes.

Los abundantes pastos naturales y quizá la sal bajada de los cordilleranas minas de Chámeza, a los curas les propiciaron excelentes rendimientos bovinos en sus diferentes haciendas.

La rauda propagación de la ganadería extensiva en tierras llanas bajo la tutoría de los religiosos ocurrió la primera alteración tanto de los ecosistemas como de las formas de vida de las comunidades nativas.

Hay que decir también que equinos y vacunos por igual formaron cimarroneras o mañoseras, y que de allí en estado montaraz para domarlos los extrajo el llanero.

Indudablemente es en estos momentos -difíciles de precisar- cuando las primeras generaciones de vaqueros locales a la par que se apropiaron de los oficios ganaderos dieron inicio a los primigenios cantos de trabajo de llano.

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En junio de 2014 el Joropo Académico fue en homenaje a los “Cantos de Trabajo de Llano”. De Arauca, Casanare, Meta y Vichada al Teatro La vorágine de Villavicencio llegaron portadores de la patrimonial manifestación cultural (Foto: Óscar A. Pabón M).

Cabe decir que dichos tonos podrían tener raíces en las oralidades hispana, árabe, africana e indígena, presentes en los llanos en tiempos coloniales.

Me ubico ahora en los instantes cuando los sacerdotes jesuitas recibieron autorización de la Corona española para abastecer de carne de res al mercado de Santafé de Bogotá. 

Fue el comienzo de largas y abruptas travesías, para las cuales tuvieron que organizar los despachos de semovientes bajo la responsabilidad de diestros jinetes. En dichas jornadas los vaqueros a lo mejor también recurrieron a su creatividad artística adaptando o repitiendo sus cantos de arreo y de vela para conducir las reses y de paso distraerse.

2. Cambio de ruta.

Ante las dificultades por las topografías del camino utilizado para los envíos hasta la capital del virreinato y por ende las pírricas utilidades obtenidas en el negocio, los jesuitas buscaron una ruta que les permitiera obviar las anteriores dificultades.

De esa manera localizaron y adquirieron un sitio estratégico para llevar sus ganados en menos días hasta Santafé de Bogotá, alternativa que les mejoró sustancialmente las condiciones económicas y disminuyó el maltrato físico animal.

Este hecho fue hacia 1740 cuando en los llanos de San Martín adquirieron y organizaron la ganadera hacienda de Apiay (Samudio A, 1992), vecina del piedemonte del que partía el camino de herradura a Bogotá, cercana de las salinas minas de Upín.

Entonces, desde Caribabare por terreno plano a la nueva propiedad trajeron ganado para crianza y levante, o para la venta. Desde Apiay enfilaron manadas de reses rumbo a Bogotá. Estadísticas de 1760 relacionan a otros ganaderos que por el mismo camino de herradura también exportaban vacunos. 

De nuevo hay que suponer que en las travesías ganaderas entre las dos distantes haciendas -Caribabare/Apiay- y desde el poblado de San Martín a las posadas cercanas al camino a Bogotá los vaqueros usaron sus cantares para arriar o tranquilizar los rebaños, como también para entretenerse. 

Plan de gastos de un viaje ganadero:

En mi indagar historiográfico encontré la hasta ahora más antigua reseña acerca de pormenores relativos al comercio ganadero entre sitios de los llanos de Casanare y de San Martín. La nota fechada el 6 de junio de 1759 en Santiago de las Atalayas (Velandia, 1987) reza así textualmente:  

“Costos: cada cien reses dicen los prácticos necesitan cuatro peones a caballo, y uno que llaman puntero en cada saca, un arriero y dos bestias de carga para carne y pan, se necesita un mayordomo o soldado que gobierne las sacas: se necesita un fierro de herrar grande y con poco fuego, para el ganado que se cansare o se quedare, y si han de salir distintas sacas que se hagan tres o cuatro fierros de herrar para que se abaje prisa.

Un caballo para el mayordomo y ocho de remuda y una bestia para sus petacas.

Se les da de comer cazabe y carne y cacao de panela, a tarde y mañana y lo costea el dueño del ganado.

El cazabe en Casanare vale a cuatro reales la arroba y fuera de allí a peso en todas partes.

Salarios: Los peones de Casanare a Chire vale cada uno un peso dando el peón bestia. De Chire a Pore tres pesos dando bestia el peón y no dando, doce reales.

De Pore a Santiago seis pesos, dando bestia el peón y de no, la mitad.

De Santiago a Apiay ocho pesos, dando el peón bestia y no dándola la mitad.

Si fuese conveniente comprar caballos de vaquería, se pueden comprar a quince pesos.

Y es advertencia que para el costo de peones, si se quiere se pagan en géneros de Castilla o de la tierra, según ellos piden, y con esta diligenciase pueden minorar algunos pesos”.

Admirables expresiones de  arte popular son los lúdicos cantos con sencillas y breves letras que el llanero con sentimiento interpreta en los diferentes oficios ganaderos (Foto: Juan José Niño O.).

Además de las cifras que da el anterior plan presupuestal elaborado en años de la Colonia, es posible deducir que hacia el año 1759:

 a) los integrantes del grupo responsable de un viaje ganadero según su oficio tenían los nombres de: peones de a caballo, puntero, arriero y mayordomo. Con el correr de los años los rangos de los integrantes de la tripulación tomaron los nombres de: caporal, puntero, chocotero y cabestrero.  

b) que en su dieta alimenticia estaba el cazabe, producto indígena extraído de la yuca; 

c) que en las raciones diarias para los vaqueros no se menciona el café sino el “cacao de panela”. Se deduce que para entonces el consumo del segundo producto –cacao- era más común, quizá por ser nativo de América;

d) que era de uso común la palabra “saca” como sinónimo de despacho o envío ganadero; 

e) que había cierta consideración para las reses con agotamiento, al recomendarse uso de fierros de marca para calentarlos a poco fuego.  

f) que centenarias fueron las travesías ganaderas entre territorios casanareños y del ahora departamento del Meta 

Por los aportes a la economía rural desde sus haciendas ganaderas a la comunidad jesuita el historiador colombiano Germán Colmenares (1984) la calificó como “modelo de empresarios coloniales”.

Aunque en 1767 a los sacerdotes de la Compañía de Jesús el rey de España los expulsó de sus dominios imperiales, en las sociedades llaneras quedaron enraizados los cimientos de la actividad ganadera y con ella sus componentes culturales que se fueron trasmitiendo de generación en generación.

3. Tiempos difíciles para la ganadería y las tradiciones culturales.

Es sabido que la región llanera fue escenario principal (1810-1819) de las luchas  que llevaron a la Nueva Granada a independizarse del yugo español.

En este período los hatos ganaderos se diezmaron por el consumo realizado por las tropas en confrontación; así mismo la mano de obra para los trabajos de vaquería decayó por el reclutamiento para la guerra.

Las dos causas llevaron al decaimiento de la principal economía llanera y por consiguiente a un alto riesgo de amenaza a sus inherentes tradiciones culturales, como los cantos de faenas ganaderas.

Al parecer el despoblamiento masculino del llano casanareño perduró en el tiempo, lo digo porque el 19 de abril de 1843 en Bogotá se expidió el decreto que “exime a la provincia de Casanare por diez años del contingente de hombres para el ejército en tiempos de paz”. (AGN).

4.   Auge y estertores de los viajes de ganadería.

En el siglo XX, luego de la guerra de los Mil días, las sacas ganaderas entre San Martín, Arauca, Casanare y Villavicencio se reactivaron en medio de la aniquiladora bonanza extractiva de pluma de garza, daño ambiental que puso en alto riesgo a los araucanos y casanareños hatos ganaderos.

Sin embargo en las décadas del 30 al 50 el negocio con bovinos en pie  alcanzó altos índices comerciales. En este mismo periodo ocurre la violencia armada, fenómeno que se originó por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y que por unos cinco años causó severas alteraciones socio políticas en los llanos

Durante el auge del activo comercio los tropeles de millares de bovinos afianzaron con sus cascos caminos y pasos reales en viajes sin regreso desde Arauca y Casanare, arriados por intrépidos jinetes que desafiaron corrientosos ríos, caimanes y fiebres palúdicas. 

El mayor propósito de estos voluntariosos jóvenes era volver o conocer a Villavicencio, en donde los acaudalados dueños del ganado los esperaban para pagarles sus muchas jornadas de vaquería.

En la transición de los años cincuenta al sesenta los épicos viajes de vacunos entre las sabanas araucanas y la capital del Meta recibieron la estocada final.

Ocurrió por cuenta del imparable desarrollo que unió a los pueblos con carreteras y puentes, permitiendo el ingreso de camiones.

La nostalgia de tan bella época hoy está guardada en la memoria de los pocos protagonistas de aquellas reales puestas en escena que duraban como mes y pico.

En su lírica el Maestro Eduardo Carranza F., el poeta de Apiay, rindió homenaje al vaquero con los siguientes versos de su poema “Llano Llanero”:

“….A ti, que en medio de la noche galopas en la mitad del llano, ancho como un siglo y para quien una estrella es la casa más cercana. A ti, que velando sobre tu ganado mides la noche latido a latido….”.

De suma importancia para el territorio llanero es que al menos en dos documentos audiovisuales se hayan recogido pormenores de artes y oficios del que sigue siendo su primer renglón comercial.

Los títulos son: A Villavicencio…o al cielo, realizado en 2010 por Soraya Yunda R., y Cantos de trabajo de Llano producido en 2013 por un grupo de investigadores llaneros por encargo del Ministerio de Cultura.

Bibliografía:

Colmenares, Germán (1984). Los jesuitas: modelo de empresarios coloniales. En Boletín Cultural y Bibliográfico Vol XXI del Banco de la República,  Bogotá, N° 2

Samudio A., Edda O. (1992). Las Haciendas Jesuíticas de las Misiones de los Llanos del Casanare, Meta y Orinoco. En Misiones Jesuíticas en la Orinoquia (1625-1767), Universidad Católica del Táchira, Venezuela.

Velandia, Roberto (1987). Descubrimiento y Caminos de los Llanos Orientales. Colcultura, Bogotá. 


Notas: 

1- Esta versión del ensayo ha sido corregida y ampliada. Antes fue publicada el 19 de marzo de 2014 en 

 https://plapluma.blogspot.com/2014/03/cantares-llaneros-de-vaqueria.html   .

2- Al amigo Juan José Niño Ortiz le agradezco el préstamo de las dos fotografías en blanco y negro con las que ilustro este ensayo. Él reside en la ciudad de Arauca.

Una respuesta a “Cantares llaneros de vaquerías, acercamientos a sus orígenes”

  1. César Llanos dice:

    Oscar tu escrito permite conservar en la memoria y posiblemente revivir esas jornadas heroicas a lomo de caballo desde Arauca a Villavicencio, desde luego pasando por Casanare, que tantas historias permitió construir, poemas, Joropos, pase maravillosas veladas escuchando a Don Leonardo Martínez, conocido en Orocué como Zamudio apaliao narrar sus travesías y noches de cuido de ganado bajo las estrellas, con café y cantos llaneros. Felicitaciones Óscar

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